El lenguaje de cortesía japonés
En artículos anteriores, decíamos que otra de las dificultades para dominar el japonés era su complejo lenguaje de cortesía y sus subdivisiones. Pero, ¿qué es el lenguaje de cortesía?
Vayamos por partes. El lenguaje de cortesía, o keigo (敬語), se refiere al conjunto de palabras, estilos y expresiones que se utilizan para mostrar respeto, cortesía o humildad en una situación comunicativa. Se divide en tres categorías: sonkeigo (尊敬語), para mostrar respeto hacia la persona con la que se habla; kenjougo (謙譲語), para expresar humildad sobre uno mismo o el grupo propio; y teineigo (丁寧語), un lenguaje cortés y formal, que por lo general es el estilo que se aprende al estudiar el idioma como lengua extranjera. Suele decirse que el uso adecuado del keigo es fundamental en la cultura japonesa, ya que refleja las relaciones jerárquicas y el contexto social entre los interlocutores.
Antes de profundizar, aclaremos que no es algo exclusivo del japonés y que en español también existe como fenómeno. La diferencia es que no está tan claramente sistematizado y subdividido como en japonés, donde hay diferencias léxicas claras que permiten categorizar una expresión en uno u otro nivel. En español, quizás por su gran diversidad dialectal, la situación es menos clara y más fluida.
Ahora bien, ¿por qué decir que es una dificultad, si es algo que también tenemos en español? Imaginemos: aprendemos en nuestras clases de japonés que «doko kara kimasuka?», significa «¿de dónde eres?», o «where are you from?». Resulta que tenemos ocasión de ir por primera vez a Japón, donde alguien con todo respeto nos pregunta: «dochira kara irasshaimasuka?», y nos deja patidifusos preguntándonos qué en página del libro de texto saldría tamaña expresión. True story.
¿Y qué significa «dochira kara irasshaimasuka» entonces? Pues lo mismo. Pasa que el interrogativo «dónde» y el verbo «venir» están en su versión sonkeigo, para mostrar respeto al interlocutor. Equivale, en cierta forma, a que nos dijeran «¿Cuál es su procedencia?», que significa lo mismo, pero suena mucho más afectado o rebuscado. En japonés, usar lenguaje respetuoso con un desconocido en un contexto relativamente formal es lo normal. En español también, pero los contextos formales no suelen coincidir en ambos idiomas, o hay más factores en juego para determinar la formalidad necesaria, como la edad de los interlocutores, el lugar, el objetivo comunicativo, etc.
Igual que en español hacemos distinción al tratar de tú, usted o vos (de las que hay una gran variación dialectal, ojo), en japonés se hace con otros mecanismos: verbos específicos o conjugaciones especiales, prefijos honoríficos, etc.
Asimismo, como decíamos arriba, el fenómeno no ocurre solo para mostrar respeto hacia el otro, sino también para expresar humildad en lo que se refiere a uno mismo (kenjougo). A veces a los estudiantes les cuesta captar el concepto. Si nos fijamos bien, en español también ocurre, cuando nos referimos a uno mismo como «un servidor», por ejemplo.
Entonces, podemos decir que los verbos tienen varias formas según el estilo de lenguaje que se desee usar:
Significado | Coloquial | Formal (teineigo) | Keigo (cortesía) | Kenjougo (humildad) |
Ir | iku | ikimasu | irassharu | mairu |
Comer | taberu | tabemasu | meshiagaru | itadaku |
Seguramente, nuestra primera impresión como hispanohablantes será que es una locura, que cómo puede ser. Pero de nuevo, si miramos nuestra lengua, vemos que pasa algo parecido: acudir, concurrir, dejarse caer (como en «mañana me dejo caer por allá»), por ejemplo, pueden usarse con distintos niveles de formalidad en contextos diferentes, con en el fondo, el mismo significado que «ir».
Ahora, si nos fijamos más en el nivel de formalidad, más que en quién es nuestro interlocutor, podemos darnos cuenta de que en español también tenemos formas verbales dialectales que también indican informalidad, como el «morfar» rioplatense, que también significa comer.
Por otro lado, en japonés está todo más estructurado y contextos específicos, como por ejemplo, la atención de público, exige culturalmente el uso de expresiones honoríficas formulaicas de estructura más bien rígida. Eso lleva, curiosamente, a la aparición de cierto «keigo incorrecto» incluso de hablantes nativos, como fenómeno de sobrecorrección. Pasa mucho, por ejemplo, en restaurantes, donde llega a estar casi estandarizado un uso cortés algo reñido con los manuales de gramática, pues confunden las formas verbales y los destinatarios hacia los que supuestamente se usan. Un ejemplo de lo dinámico de la lengua y de los obstáculos a los que nos enfrentamos al estudiarla.
Por último, la otra dificultad que podemos mencionar es la discrepancia entre el japonés que se enseña como lengua extranjera y el que se habla realmente en el día a día. Nuevamente, esto ocurre con cualquier idioma, donde tenemos usos y expresiones informales que cuesta más dominar. En el caso del japonés, naturalmente también, con conjugaciones y terminaciones verbales que hay que aprender en la práctica, no en los libros de texto.
Y claro, todo lo anterior es un ingrediente más en la difícil tarea de aprender el idioma.