Tumba de Lafcadio Hearn, bajo su nombre de naturalización, Yakumo Koizumi. Cementerio de Zoshigaya. © Juan Luis Perelló 2023
Literatura,  Traducción

Lafcadio Hearn y el idioma japonés

Desempolvando virtualmente textos antiguos, me encuentro con esta tarea de 2004 que me tocó escribir para una clase mientras estudiaba en la Universidad de Tokio. Aprovechando las más o menos recientes traducciones de las obras de Lafcadio Hearn, se las dejo traducida y un poco remozada, y sin referencias de página en las citas, para agilizar la lectura.

Hearn y el idioma japonés

Uno de los objetivos de la estancia de Hearn en el Japón era poder describirlo como «alguien que participa en la existencia diaria de la gente común y piensa como ella». Es decir, pretendía describir el país desde dentro de su sociedad, como lo haría una persona japonesa. Esta improbable y probablemente inaudita tarea presupone dominar ampliamente el idioma. Entonces, a propósito de eso, ¿cuál era la relación entre Hearn y el idioma japonés?

A juzgar por los temas sobre los que Hearn planeaba escribir antes de llegar a Japón, podemos ver, como señala Hughes, que esperaba poder dominar el idioma e incluso describir «curiosidades del habla popular». Sin embargo, tras encontrarse inmerso en la sociedad del país, «en la actualidad no tengo ni siquiera conocimiento del idioma japonés», declara en una carta a Elizabeth Bisland. Eso nos permite apreciar que las cosas no iban tan bien como a Hearn le habría gustado. Pero una mirada a sus obras mostrará que este pesimismo no era habitual.

«Mi primer día en el Oriente», el primer capítulo de su primer libro sobre Japón, nos muestra la fascinación estética que sintió ante la caligrafía japonesa que inundaba las calles, una vez fuera del barrio extranjero de Yokohama: «… lo pintoresco de sus calles se debe en gran parte simplemente a la profusión de caracteres chinos y japoneses en blanco, negro, azul o dorado que lo decora todo, incluso superficies de postes de puertas y puertas de papel». Esta sobreidealización o mistificación del lenguaje también lo llevó a afirmar que «Ninguna convención rígida coarta la imaginación del calígrafo o diseñador…», olvidando, o tal vez ignorando, la existencia de intrincadas reglas y principios para la práctica de la caligrafía japonesa y la escritura cotidiana en general, donde el número y el orden de cada trazo de un carácter están claramente definidos y deben respetarse convencionalmente.

Un interés similar, pero esta vez no declarado, por el lenguaje hablado también se puede vislumbrar en los libros posteriores de Hearn. Por ejemplo, en «El diario de una mujer (a Woman’s diary)», podemos suponer que Hearn quería que su lector disfrutara de los sonidos del lenguaje tanto como del significado, al presentar una traducción libre de los poemas acompañada de su transliteración, con el fin de permitir al lector inglés imaginar cómo sonaría en japonés. Sin embargo, el embrujo que sentía por el idioma no se queda ahí. La historia está llena de un número excesivo de palabras japonesas, suficiente para agotar la paciencia de un lector cualquiera y, con mayor razón, de traductor profesional. No vale la pena discutir que algunas palabras culturalmente cargadas como sotoba o hanami deben ser explicadas y pueden dejarse sin traducir. Incluso Isabella Bird, de quien no podemos decir que estuviera encantada con el idioma, utilizaba palabras culturalmente cargadas como daimyo (el equivalente japonés del señor feudal). Pero ese no es el caso con palabras más simples como kozukai (conserje) y haribako (costurero), donde no hay mucha dificultad para encontrar equivalentes. En «El diario de una mujer» incluso una palabra científica como nefritis se deja en japonés y se explica con una nota de pie de página. Algunos pasajes nos hacen preguntarnos si Hearn alguna vez pensó en sus lectores en el extranjero, ya que dejaba palabras y expresiones sin traducir ni explicar, como Kochira ë![1] y kana[2], lo cual sin duda confundiría a aquellos sin conocimiento del idioma. Podríamos aventurar una suposición y decir que su fascinación y encantamiento con el lenguaje lo animaron a intentar compartir sus descubrimientos con sus lectores. Por ejemplo, reflexiona sobre la polisemia o los orígenes de una palabra, y presenta sus hallazgos al lector como si fueran evidencia de la singularidad inherente del japonés, olvidando que esos son fenómenos comunes en cualquier idioma: «Aigasa, un término fantástico compuesto por el verbo au, “concordar, corresponder”… y el sustantivo kasa, un paraguas…» (Hearn, Diario de una mujer, cursivas mías). De hecho, su editor y el prestigioso académico B.H. Chamberlain se oponían a este exceso, como podemos ver en una carta dirigida a este último, donde Hearn intenta explicar su punto de vista. «Para mí, las palabras tienen color, forma, carácter… Que sean incomprensibles no hace ninguna diferencia». Ilustra su punto diciendo que las personas desconocidas son interesantes precisamente por ser incomprensibles, y que lo mismo es válido con las palabras extranjeras.

Es en este punto donde se puede decir que la fascinación de Hearn por el idioma supera su manejo del mismo. Creo que veía poesía donde no la había. En El diario de una mujer, su incorrecta traducción de o-hiraki como «honorable florecimiento», en lugar de «cierre, clausura [de una fiesta]», muestra que se excedía en la búsqueda de lo exótico.

También se podría argumentar que con todas esas palabras sin traducir y explicaciones largas, Hearn probablemente intentaba ocultar sus deficiencias con el idioma. Al abrumar al lector con palabras extrañas, podía disfrazar su incapacidad para lograr la facilidad de comunicación deseada. Aun así, si observamos las razones en que él insistía en sus cartas, su intención era simplemente mostrar el color, el estado de ánimo y la personalidad de las palabras, entre una larga lista de atributos (Koizumi 105). Ahora, si Hearn estaba tratando de presumir o intentando compartir poesía con sus lectores, eso quedará a criterio del lector.

Bibliografía:

Bisland, Elizabeth. The Life and Letters of Lafcadio Hearn. 2 vols. Boston: Houghton, Mifflin, 1906.

Hearn, Lafcadio. Glimpses of Unfamiliar Japan (1894) Rutland: Charles E. Tuttle, 1976.

___. “A woman’s diary” on Kotto (1902)

Hughes, George. Lafcadio Hearn: Travel-Writing and Controversy.

  1. «Por aquí, por favor».
  2. Sistema de escritura fonética del japonés.
Tumba de Lafcadio Hearn, bajo su nombre de naturalización, Yakumo Koizumi. Cementerio de Zoshigaya. © Juan Luis Perelló 2023
Tumba de Lafcadio Hearn, bajo su nombre de naturalización, Yakumo Koizumi. Cementerio de Zoshigaya. © Juan Luis Perelló 2023

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