Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Traducción

La IA, esa que todo lo sabe y lo que no, lo inventa.

Quizás algunos me conocen como purista enemigo de toda innovación tecnológica en el ámbito de la traducción. Otras quizás piensen que me peino (sí, ironía) con todas las nuevas tecnologías. Lo cierto es que para mantenerse a flote hay que tener una patita en ambas orillas. No se puede confiar todo a las máquinas ni tampoco prescindir de ellas. Sobre todo cuando, la verdad sea dicha, bien utilizada, la tecnología nos facilita las cosas.

Entonces, hace un tiempo escribía sobre la traducción y la IA, y hoy me repito el plato, con algo más de experiencia a cuestas. He seguido usando Bard, ChatGPT y a veces el Copilot de Bing como ayudantes para mis traducciones.

Tener una IA de ayudante me recuerda a cuando a principios de mi carrera traducía en una agencia junto a otros colegas. De vez en cuando alguien preguntaba cómo traducir tal o cual expresión o qué opinábamos de cierto giro, significado o connotación, por ejemplo. Si bien es una situación parecida en el hecho de preguntar, la diferencia es radical: este colega parece saberlo todo y es capaz de dar un discurso sobre el tema que sea y sin chistar. A primera vista parece una situación ideal, pero basta con tener unos pocos años de circo para darse cuenta de que en realidad el colega no entiende nada y es peligrosamente cuentero. Al principio pensaba que la IA me serviría para entender asuntos complejos, pero cada vez me doy cuenta de que no puedo creerle mucho, ni en términos de contenido ni de expresión. A lo más, de momento puede servir como punto de partida para investigar, pero no para usar tal cual. Veamos: muchas veces me ha dicho que algo de se traduce por AB. Sin embargo, resulta que el dichoso AB no ha sido usado nunca en la historia de la humanidad… o no ha quedado registro de ello. A veces, A o B sirven de pista para dar con lo que buscamos, pero si usara AB tal cual, la traducción sería incorrecta.

Esto sirve para recalcar la importancia de la presencia humana en el proceso, aunque la recomendación venga de cerca. No solo la IA falla en reconocer matices, sino que simplemente no entiende realmente lo que se le pregunta, aunque lo parezca. O sea que de artificial, seguro que sí, aunque de inteligencia, no tanto.

No crean que digo todo esto en contra del uso de la IA en la traducción. Solo quiero señalar sus peligros, porque sería mentira si dijera que no sirve. Sirve como una opinión ingentemente informada, aunque no mediada por la razón. Sirve también para hacer el trabajo pesado de buscar información, de corregir e incluso de redactar. Me temo, eso sí, que nos acostumbremos a usarla y después no podamos traducir sin ella. ¿Quién no usa la calculadora hoy para cualquier operación mínimamente compleja? Creo que para allá vamos.

🤞 Síganme los buenos!

Solo para avisar de nuevas entradas, nada de propaganda

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *